Vivir en la luz es nuestra realidad, porque vivimos amando a Dios. Dios es luz, y en El no hay ninguna oscuridad, por el contrario, ante El todo es manifestado, expuesto e iluminado. Caminar con Dios, es estar en la luz, alumbrado por la magnificencia de su presencia, y guiado por la Palabra, que es lámpara en nuestro camino.
Cuando andamos con Dios, también somos luz para los demás. Una luz no se pone bajo la mesa, si no que eleva a lugares altos para alumbrar a otros.
Deja que la luz de Jesús llene tu vida, y que tu propia vida refleje el brillo de su amor en los que te rodean.
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